Ana Luz Chieffo
Colección Botánica Ilustrada, Juego de las fichas |
Gastón Bachelard
En varias oportunidades tuve que explicar y justificar el porqué del título Pequeñas Colecciones, ante amables sugerencias que me indicaban que hablar de lo pequeño disminuía sus potencialidades y futuro. Indudablemente era la voz del diccionario que acentuaba la falta.
En estas conversaciones, si bien mis interlocutores entendían mis
razones, o al menos eso yo creía, concluían algo así como que era un título no
marketinero, que no iba a contribuir a dimensionar su propósito, sino a minimizarlo.
Superando la incomodidad que me producían esas situaciones, traté de
pensar porqué lo había elegido y porqué me resistía a cambiarlo (hubo quien me
dijo que todavía estaba a tiempo…). Fue entonces que recordé que antes de que naciera
como proyecto, compartí con una amiga mis deseos de armar algo que me
permitiera seguir trabajando sin depender de la apertura del Centro de Arte
donde habitualmente me desempeño. Explicando qué era lo que me imaginaba, le
dije que tenía que ser algo que pudiera
realizar en distintos lugares, aún en
sitios que no fueran expositivos, donde llevaría obras de arte o acciones
artísticas a partir de las cuales trabajaría con distintos públicos, creando
con ellos producciones visuales. En un afán por hacer de mi explicación algo
más visible, le dije que en esos encuentros, los visitantes armarían pequeñas colecciones. Al decirlo, sentí
que esas dos palabras sintetizaban mi idea y que inmediatamente mi amiga
entraba al mundo que yo le proponía. Fue como una llave que abrió la puerta de
la imaginación compartida. Luego escribí
el proyecto y cuando tuve que titularlo, fue ella quien me alentó a que le pusiera Pequeñas
Colecciones - “es un buen título y abre
un espacio poético sugerente”-.
Más allá del diccionario:
A casi tres años de aquel comienzo y recibiendo aún ciertos cuestionamientos (siempre bien intencionados), quiero compartir algunas reflexiones sobre el inquietante mundo de lo pequeño.
El diccionario habla de lo pequeño en términos de falta, de lo reducido
y limitado pero pequeñas también son
las piedras preciosas, un delicioso bombón, las pastillas sanadoras de la
farmacología o la homeopatía (según las convicciones personales), un licor
exquisito o las gotas de un perfume persistente.
En el mundo literario, cómo olvidar el Pequeño Larousse ilustrado que
nos acompañó durante la escolaridad o los libros de bolsillo, que nos
permitieron acceder a títulos infaltables en un formato accesible y transportable
(aún hoy celebro la colección “Breviarios” del Fondo de Cultura Económica).
Y los gestos mínimos que por
inesperados, nos conmueven y emocionan.
En el mundo del arte, en los
últimos tiempos han aparecido micromuseos
y miniexposiciones que suceden en espacios reducidos y alternativos, tales como
vidrieras de una galería comercial y en vitrinas de distinto tipo. Son
experiencias que desafían los lugares canónicos del arte y que buscan llegar a
un público diferente no acostumbrado al arte ni a los museos.
Lo pequeño tiene también
algo de infancia, de juguetes y de la mirada amplificadora del niño que ve en
los detalles de las cosas, mundos nuevos.
Pequeñas Colecciones tiene algo de todos estos sentidos, algo de acotado
pero también algo de valioso y lúdico.
Colecciones bajo la lupa:
Antes de seguir con lo pequeño, me detendré en el sustantivo “colecciones”, ¿por qué emplear un término tan propio de los museos para una muestra temporaria? (siete meses de exposición)
Colección Paisajes inspirados en la obra de Andy La Morticella/ Colección número 2, Botánica Ilustrada |
Nos guiaba un propósito comunicativo, difundir el arte contemporáneo, promover el trabajo artístico y la participación
creativa de los distintos públicos. Para ello ofreceríamos al visitante un tema
conocido, mediante el cual se asomara al mundo del arte contemporáneo, a su
diversidad de miradas (románticas, reflexivas, formalistas, sensuales,
críticas), modos de expresión, soportes
y procedimientos. Cada colección sería un recorrido a través de pinturas,
objetos, instalaciones, fotografías, de las visiones de distintos artistas
sobre el tema elegido.
La colección debía ser pequeña
pues para trasladarse, tenía que entrar
en el baúl de una camioneta mediana y en cada espacio de exhibición, ser
desembalada y montada por sólo dos personas.
Desde el inicio, el título también apelaba al visitante pues durante
las actividades educativas, los públicos de distintas edades crearían
producciones visuales que formarían parte de la muestra. Esto último requería
ser aceptado por la curadora ya que no es frecuente que las obras de arte
convivan con obras que no son realizadas por artistas (algunos especialistas me
han dicho que introducir una propuesta lúdica junto a la obra de arte, contamina, confunde y traiciona la obra del
artista). Una vez explicado el propósito, la curadora aceptó y se sumó al
diseño de las propuestas participativas en sala. Un escollo menos.
Colección Herbarios de las cosas encontradas en la calle realizados en la Biblioteca Popular Ambulante (bipa)/ Colección número 2, Botánica Ilustrada |
Cuando las Pequeñas Colecciones
estuvieron en marcha, el concepto de colección
cobró nuevas significaciones. Nos encontramos que parte de las obras que
elegíamos (dos o tres de cada artista) integraban
colecciones o series de esos artistas
(la serie Doméstica de María Laura
Vázquez, la serie Retratos de Familia de Ornella Tarzia, la serie Mujeres
Salvajes de Julieta Anaut, entre otras). Y así la Pequeña Colección se armaba
con partes de otras colecciones, con obras que salidas de su contexto de origen,
adquirían otras resonancias al formar parte del nuevo agrupamiento. Además en
ocasiones, elegimos obras de artistas coleccionistas, no desde el punto de
vista del coleccionista inversor, sino del artista que colecciona objetos o
materiales a partir de los cuales construye su obra (electrodomésticos de
juguete, suelas, mapas, materiales encontrados en la calle, etc).
La itinerancia fue otro de los aspectos que nos llevó a tomar
decisiones que también pusieron en juego el concepto de colección, ya que la colección
pequeña en cuanto a cantidad, pasó a ser cambiante por su adaptación al
espacio físico, por la participación del visitante y por las características
geográficas y patrimoniales de los centros de exposición.
Cada lugar de exhibición exigió un reordenamiento de las obras
(cambios en el diseño de montaje). La colección
se agrandaba o achicaba según el tamaño de las salas, obras que no se exhibían
y otras que se reemplazaban pues el artista acordaba cambiar su obra por otra
realizada especialmente para ese sitio
(Karina Quinteros, Nelda Ramos).
La participación de los visitantes fruto de las actividades educativas,
fue dando lugar a pequeñas colecciones
que generaron distintas vinculaciones con las obras expuestas, desde las más literales respecto a
la obra “inspiradora”, pasando por las realizadas en forma automática sin ponerle “corazón” (las
menos), hasta las producciones más elaboradas
que expresaban opiniones personales y
creatividad. Por otro lado, aplicando el concepto al plano imaginario, resultaba
evidente que el visitante vinculaba lo que veía con sus colecciones personales de
obras de arte, relatos y experiencias.
Otro capítulo fue la búsqueda de espacios de exhibición, tarea que
tiene sus complicaciones pero también grandes satisfacciones cuando encontramos
lugares y equipos de trabajo con los cuales
poder llevar adelante una tarea conjunta. En este recorrido encontramos
que algunos espacios de exhibición, podían relacionarse con la temática de la
muestra (Botánica Ilustrada en la Casa Thays del Jardín Botánico y en el Museo
Argentino de Ciencias Naturales) y en estos casos, la colección se activaba con los nuevos
sentidos que el lugar y su patrimonio ofrecían. Por otra parte, las distintas locaciones
y entornos socioculturales de los sitios de muestras, determinaron diversidad
de públicos y respuestas. Podríamos decir que la colección en su itinerancia por los barrios de Palermo, Barracas,
Mataderos, Parque Avellaneda y Caballito, creó un pequeño mapeo de prácticas y consumos culturales de la ciudad.
Lo grande y lo pequeño:
Cuando pensamos en lo pequeño inmediatamente aparece su opuesto, el juego dialéctico de lo grande y lo pequeño en cuanto a dimensiones y calidad. En estos términos, las pequeñas colecciones resultan pequeñas porque el número de sus obras es acotado y abiertas o grandes, porque albergan las obras de los visitantes en un número indeterminado. En cuanto al tamaño además, se proponen como microcosmos, pequeños mundos concentrados y abarcables que refieren a un tema particular.
Si hablamos de calidad artística, son obras cuidadosamente elegidas por sus valores estéticos pero no por su valor económico o por el posible lugar de reconocimiento de su autor. Los artistas expositores en su mayoría son jóvenes talentosos que están haciendo su camino en el circuito del arte local.
A esta altura de mis reflexiones, creo oportuno volver al consejo de Gastón Bachelard,
algo de la esencia imaginaria de estas "Pequeñas
Colecciones", se encuentra en el adjetivo. Y advierto así que la metáfora de lo pequeño alude también a aquello que
va a crecer, que tiene algo de semilla, entonces ¿las pequeñas colecciones pueden ser un germen para la creación poética
del visitante?.
El mismo Bachelard habla además de ver lo grande en lo pequeño, entonces las pequeñas colecciones, sin la ambición de
las grandes colecciones de los museos, pueden ser una “muestra” de la pluralidad del arte contemporáneo y del
tema elegido, ¿son por ello grandes en lo
pequeño?.
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