Entrevista a Roger Colom
La
Biblioteca Popular Ambulante es un desastre sobre ruedas. En realidad es
biblioteca porque son libros que están
hechos con materiales populares, muy evidentes, con el papel más normal posible, encuadernados con
tornillos. La idea es que no haya ninguna técnica en particular. En otras
palabras, que cualquiera pueda hacer esto sin tener idea de lo que está
haciendo, no hace falta ser un encuadernador, un poeta, no hace falta tener
conocimientos de ningún tipo. El contenido es basura en un sentido literal,
cosas encontradas en la calle y otros tipos de basura que como publicidad,
volantes, desde prostitución, política (que para mi es lo mismo), dinero
instantáneo, billetes de lotería, cualquier tipo de papelería pública que
encuentras en la calle.
La idea es
que estos libros que se van haciendo poco a poco, conformen una biblioteca del
momento presente, no tengo idea que pasará con esos libros dentro de 20 años
(me interesa muy poco), excepto en el sentido en el que puedan echar alguna luz
sobre este momento.Esto es muy bejaminiano, esta imagen que ilumina el pasado. Tengo esa esperanza.
¿Cómo se originó esta colección? , ¿Cuál
fue el primer objeto?
Yo siempre
hacía libros de manera muy precaria, para otros, para regalar, no era algo
profesionalizado, artístico. Era un poeta que se entretenía por las tardes
armando cosas y tengo una colección enorme de mis cuadernos de apuntes donde
hay cosas pegadas, collages.
En 2011 en
un día de profundo aburrimiento, empecé a pensar en esos libros que hacía antes
y en un tipo de edición coleccionable. Tenía la idea de hacer un libro por
fascículos, recordaba que antes comprabas el
libro carpeta y el primer fascículo que tal vez eran 10 páginas y
después, podías ir comprando otras páginas sueltas, te lo organizabas tú mismo.
Ese día empecé a tomar algunas notas en uno de mis cuadernos y escribí que en
esos libros tenía que caber todo, no sólo poemas míos e imágenes sino todo y
que no podía tener fin, que tenía que ser totalmente inútil y no tenía que terminarse nunca. Entonces los
primeros fueron de política y de putas porque era de lo que más volantes
coleccionados tenía, después siguió el de servilletas de café porque yo hacía
un blog que se llamaba Buenos Aires
Ideal, siendo un gran aficionado,
iba a los cafés y me llevaba las servilletas que tenían el logo. Así hice el
libro de la vida en los cafés.
Cualquiera
puede hacerlo, no tiene ninguna exquisitez técnica, es democrático. Hoy
cualquier tipo de arte que requiere mucha técnica pertenece al pasado. Las
técnicas son Tradiciones, incluso las
técnicas nuevas como el video, que se basa en el cine (1895). La fotografía es
una tradición que tiene 150 años, la
pintura y la escultura tienen miles de años. Si se basa en una tradición,
requiere toda una serie de conocimientos, se vuelve académico y entonces si no
conoces tal aspecto de la técnica, te vuelves malo, no vale. La idea es contar
el mundo con lo que tengas a mano, con lo que haya.
¿Cómo crece esa colección?
Son las cosas
que encuentro en la calle las que dictan qué va haber. De repente encontré en
mi mesa de trabajo que tenía un montón de cosas circulares o que habían sido o
podían ser circulares y dió la casualidad que en un capítulo de Mil Mesetas de Deleuze y Guattari,
había una sección sobre ciencia nómada y hablaba de ciencias anexactas; decía
que el círculo es un ideal mientras que el redondel es lo que está en la
realidad y eso es lo que importa. Entonces me encontré con todas esas cosas de
tipo circular en mi mesa y me dije, claro: el libro de los redondeles. Las
cosas mismas y mis lecturas son lo que dictan esas decisiones. El libro de las
cucharas por ejemplo: habiendo tantas heladerías en la ciudad, pasas por
delante de una y tomas una cuchara de cada color de las que están tiradas en el
suelo.
Ahora pienso
que tengo por hacer un libro con radiografías; también encuentras muchas. Pero
desde que agarré una radiografía en la calle,
no he encontrado ninguna más. Hay también una especie de resistencia
secreta.
Una cosa
importante es no retocar al objeto, no hacerle nada, tiene que estar tal como
lo encontré: si tiene tierra dejarla, si es rojo no lo pinto de verde, si tiene
una forma no le doy otra.
En cambio,
los libros que hicieron los adultos mayores en los talleres fueron distintos,
ellos construyeron imágenes, hicieron composiciones. Esto se debe a varias
razones técnicas, no vamos a poner a las personas mayores a buscar basura.
Entonces ahí la forma de participación en la creación del libro que me pareció
más práctica, fue darles herramientas, materiales, lápices, pegamento y que
hicieran lo que quisieran. Algunos han hecho algo tipo catálogo, por ejemplo la
semana pasada, hubo un trabajo sobre el
vicio.
En
los libros que hago yo no le digo al objeto lo que tiene que ser, no le impongo
nada, tampoco les digo a estas personas lo que tienen que hacer. Yo propongo y
que hagan lo que quieran. Soy muy arisco a las direcciones, a las moralidades,
a los moldes impuestos desde fuera.
También
tiene que ver con algo infantil, yo crecí en una casa llena de libros. Los míos
eran por ejemplo el libro dorado de no se qué, como ya de niño era
impertinente, le preguntaba a mi madre por qué no hay el libro plateado o
medallas para los libros, el libro de
oro, el libro de plata y el libro de cobre. Era la época de las Olimpíadas de
1968, tenía cuatro años y ya era impertinente: sabía leer.
¿Dialogas
con colecciones de otros artistas?
Montones. Hans Peter Feldmann,
Marcel Broodthaers. Justo estoy haciendo una serie que son álbumes de
figuritas, ayer hice un álbum de
figuritas de águilas en homenaje a Broodthaers (belga).
De Thomas
Hirschhorn especialmente me interesa su lema “Intensidad sí, calidad no”.
Porque la calidad te pone en una escala social, si has tenido tiempo y dinero
para pasarte 20 años estudiando,
dominarás esta técnica; y no lo harás si vives en una villa y no has
tenido tiempo ni dinero para estudiar eso.
Por otra
parte, siempre envidié a la gente religiosa porque tienen un libro, el Corán,
la Biblia o la Torá y entonces pueden llevar su biblioteca bajo el brazo,
pueden viajar con esto. Ahora se puede hacer con aparatos electrónicos. Yo
siempre envidié esta posibilidad de un libro que abarcara todo, que no existe
claro. Siempre todo mi trabajo tiene que ver con construir este libro y con
darme cuenta que soy incapaz, que no tengo la potencia, ni creativa ni
intelectual, ni la paciencia para hacer algo así. Me interesa el libro total o
absoluto. En febrero, dí un seminario de artistas constructores, en ese contexto
hablé de la obra de arte total, la obra de
Kurt Schwitters. Él trataba de crear una obra de arte total pero una obra de arte total en proceso que es lo
interesante, la idea de totalidad en proceso y no Wagner que plantea una obra total terminada,
porque si eso cae en manos de políticos y estadistas, se convierte precisamente
en campos de concentración. Todo lo que
no encaja en la obra total, tiene que ser eliminado. La idea de la obra de arte
total en proceso tiene que ver con la Biblioteca Popular Ambulante.
Me interesan
los artistas que abren caminos, en ese sentido me interesa más Kurt Schwitters
que Duchamp, me interesa más Duchamp que Picasso. Picasso abre caminos pero
también tiende a cubrir todo el terreno de ese camino que ha abierto, clausurarlo
y abrir otro camino para él.
Yo creo que
hay que abrir caminos para que otros
tengan más posibilidades de hacer.
Invitanos a conocer la colección de otro
artista
El Atlas de
Gerhard Richter, el pintor alemán. Cuando se fue de Alemania del Este a
principios de los ’60, se llevó consigo algunas fotos familiares, de su padre
vestido de oficial del ejército de Hitler y
las pegó en un hoja y empezó a hacer un álbum. Cuando se le acabaron las
fotos familiares, empezó a juntar fotos de prensa, cuando se aburrió de esas,
empezó a hacer él fotos y entonces es su álbum de fotos. Muchos de sus cuadros
de esa época, vienen de esa producción. El Atlas (yo tengo un ejemplar de hace
4 años), lo van reeditando y cada vez es más grueso, cada hoja del Atlas es una
hoja de su colección que a su vez expone. A mí me parece más interesante El
Atlas que el resto de su obra.
Hans
Peter Feldmann, consigue imágenes al azar y las edita en un libro que se llama
por ejemplo “19 imágenes” y ya está. Esas cosas me gustan.
Luego está Sophie Calle que se encontró la agenda de un
tipo en la calle y se copió todas las direcciones de esa agenda. Luego, se la
envió al dueño pero ella se quedó con toda esa información y se dedicó a hablar
con toda esa gente que aparecía allí y a preguntarles sobre esa persona. Con
las fotos que tomó y la información conseguida, hizo un libro. Una
coleccionista, una obsesiva.
El libro de
los Pasajes de Walter Benjamin, que es otra enorme colección. En él dice algo
que ha pasado a ser el lema de la bipa: “Todo aquello que se está pensando
tiene que ser incorporado al instante a cualquier precio al trabajo que uno
está haciendo”. Esa me parece una guía esencial para el arte.
Me interesan
estos artistas coleccionistas y me interesan los libros. La tecnología del libro está dejando de ser útil, aunque todavía le
falta un rato porque los constructores de libros electrónicos, aún no saben qué
hacer con la poesía. En un poema fijado en una página, son muy importantes los
espacios en blanco. Gobernar estos espacios que pueden ser aleatorios en libros
electrónicos, es muy difícil. Por otro lado, no sé cómo lee la gente los libros
de poesía, pero yo los leo al azar, rara vez los leo en orden, leo para
adelante, para atrás. En libros electrónicos que son muy lineales, esto es
muy difícil.
Lo que más
me gusta de estos libros de la BiPA es que no son editables, puedes
fotografiarlos pero no es lo mismo, se pierde la tridimensionalidad. Lo que más
me gusta es que no se puedan reproducir, que no entren en la lógica de la
reproducción masiva. Lo que produce es una lógica de la singularidad que las
lógicas electrónicas, tratan de borrar u homogeneizar.
También me
interesa el “Teatro proletario de cámara” de Osvaldo Lamborghini. En los ’70
cuando vivía en Barcelona, dormía de día y trabajaba de noche; la mujer le
traía revistas pornográficas, que él
recortaba, pintaba y ponía en carpetas.
Así fue armando un poemario, también tenía la idea de que no fuera editable. Me
encanta un lema suyo: “Primero publicar y después escribir”: primero armas el
libro y después escribes en él. Las carpetas le permitían ir cambiando las
hojas de lugar, buscando relaciones distintas, de alguna manera el libro se iba
haciendo rizomático.
Hay que
coleccionar influencias y mostrarlas, qué y quién te influencia. Me interesa
insertarme en esa red de pensamiento y ver qué puedo hacer yo, en lugar de
esconderme y decir que lo que hago es original. No lo es. Puede ser singular,
pero no es el origen de nada. Lo interesante es que no sea aburrido: que te
haga algo, que te afecte en algo.
Otro día
hablamos de poesía.
Roger Colom
Poeta,
artista visual, director teatral y dramaturgo.
Estudió filosofía y letras en la Universidad de Texas, graduado en la Universidad de Kansas en una maestría en literatura barroca española. Es un artista expedicionario, curador y crítico de arte contemporáneo para las revistas virtuales Arsómnibus y The Daily Serving. Nacido en México, en una familia de anarquistas españoles exiliados, ha vivido y trabajado en ese país, en Estados Unidos, en España y, desde en los últimos años, en Argentina.
Creador junto a
Leonello Zambón de la Bipa/Racmo (Biblioteca Popular Ambulante/Radio
Comunitaria Móvil). Integrante del Proyecto COZA micro ciudades provisorias.
Con el Proyecto Bipa, participa de Colección número dos, Botánica Ilustrada (Centro Cultural Sur y Museo de Ciencias Naturales, 2013)
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